Crítica: La primera profecía, una precuela que no desmerece en nada a las películas originales

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Crítica La primera profecía opiniones

El mensaje transmitido en La primera profecía (The First Omen) es claro: el nacimiento del mal es un proceso turbio y complejo. Esta precuela, a la vez impresionante y sobrecogedora, explora los orígenes de uno de los personajes más icónicos del cine de terror. Al igual que otra película de este género que está actualmente en cartelera (Inmaculada) este filme aborda el tema del engaño religioso de una manera que incomoda y perturba al espectador, recordándonos que la vida creada puede tener consecuencias inimaginables.

Algunos podrían sorprenderse de encontrar dos películas actuales que se sumergen en el horror católico sobrenatural. Sin embargo, esta tendencia muestra una nueva ola de películas que rinden homenaje a los clásicos del género, mientras exploran nuevas perspectivas y enfoques. “La primera profecía”, dirigida por la novel directora Arkasha Stevenson, se posiciona como un thriller paranoico de primera categoría, al tiempo que evoca la estética de los clásicos del cine de terror de décadas pasadas, como el “Bebé de Rosemary”.

Es una precuela, pero es genial

Antes que nada, “La primera profecía” se enorgullece de ser una película de la saga original, conservando todo su simbolismo, ambiente setentero y paleta de colores terrosos, así como los escalofriantes sustos que perduran y se multiplican cuando apagas las luces por la noche.

Si al leer que esta es una precuela entornaste los ojos como diciendo “¿Otra? ¡No manchen!”, piénsalo otra vez. Stevenson, junto con sus co-escritores Keith Thomas y Tim Smith, nos recuerdan no solo por qué la frase “¡Todo es por ti, Damien!”, fue tan icónicamente escalofriante en 1976, sino que también justifican de inmediato la necesidad de una historia de origen para Damien, el Anticristo adoptado por un diplomático estadounidense y su esposa, interpretados por Gregory Peck y Lee Remick en la primera entrega de Richard Donner. Por cierto, el tributo que rinde esta precuela a la de Peck, te provocará llegar a casa y reproducir, al menos, las dos primeras películas originales. La tercera entrega, estelarizada por Sam Neill es bastante olvidable.

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¿De qué se trata la primera profecía?

La trama se centra en Margaret Daino (interpretada de manera excepcional por Nell Tiger Free), una novicia estadounidense recién llegada a Roma, quien debe trabajar en un orfanato antes de tomar sus votos.

Al llegar a la capital italiana, muestra una mezcla de asombro e inocente emoción. Para Margaret, los votos de castidad y pobreza representan su razón de ser, sobre todo en medio de la agitación política generalizada y el alejamiento de la iglesia por parte de la sociedad.

A pesar de ello, accede a que su compañera novicia, la cautivadora Luz (interpretada por María Caballero), la vista con ropa seductora y la lleve a un club nocturno. Luz sostiene que no hay necesidad de ocultar sus cuerpos ni de renunciar a las aventuras prematuramente.

Tentada quizás un poco y sin la confianza suficiente para desafiar la autoridad de Luz, Margaret sigue su ejemplo y se despierta al día siguiente sin recordar qué sucedió con el joven que conoció la noche anterior.

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En otro lugar, Margaret entabla de inmediato una conexión con Carlita, personificada por Nicole Sorace, quien desarrolla una actuación que es tan vulnerable como aterradora. Carlita, un espíritu inquietante similar a lo que solía ser Margaret durante sus días de niña problemática, poco a poco encuentra su lugar en el afecto y la protección de Margaret, lo cual no es bien recibido por los ancianos del orfanato, especialmente la estricta e imponente Hermana Silva (Sonia Braga).

El resto del elenco incluye al influyente Cardenal Lawrence interpretado por Bill Nighy y al Padre Brennan interpretado por Ralph Ineson, cuya apariencia parece haber sido sacada directamente del set de la película de 1976. También tenemos al Padre Gabriel, un joven sacerdote del cual Margaret se hace amigo antes de encontrarse atrapada en una conspiración espeluznante donde la confianza es una mercancía escasa.

La mayor atracción de “La primera profecía” radica en la profunda familiaridad de Stevenson con el género del horror sobrenatural, donde hábilmente juega con nuestras percepciones y genera una creciente sensación de paranoia sin piedad.

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En lugar de recurrir a sustos sutiles o ángulos basados en traumas, como suelen hacer muchas de las películas recientes del género, Stevenson nos ofrece una obra cinematográfica de alta calidad al estilo clásico: ágil, elegante y escalofriantemente efectiva. La cuidada producción y el vestuario de época sumergen al espectador en la experiencia de manera incomparable.

Sin embargo, esto no implica que la película carezca de relevancia contemporánea, todo lo contrario. En este sentido, resulta sorprendente cómo “La primera profecía” se presenta como un magnífico complemento de “Inmaculada”, destacando la hipocresía de la religión.

De hecho, la dolorosa y política pérdida de la autonomía corporal es tan central en “La primera profecía” que desencadena en el mundo una de las escenas de nacimiento más impactantes del cine… posiblemente la más impactante, confrontando a la audiencia con la realidad de ese dolor y lo demoníaco que podría llegar a ser.

Todo resulta tan provocador, cinematográficamente hermoso y enraizado en sus orígenes que se perdona fácilmente el ligero arrastre en su acto final.

Una película cien por ciento recomendable. ¡No te la pierdas!

Perritos y más

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